miércoles, 14 de abril de 2010

2do Capitulo de mi hijísimo

          Lo tuve a las 22:50 de esa noche, con lo cuál, todos estaban reventados de esperarnos. Nos besaron y se fueron. Nos subieron a la habitación. Una vez allí y hablando de nuestras cosas como si nada hubiera pasado, de pronto le dan la vuelta al nido de la habitación y aparece envuelto en una mantilla nuestro primogénito.
Nos asomamos los dos a aquel cestillo como el que se asoma a un balcón a ver el vecindario. Sin que me hubiera dado tiempo a que se me despertara el instinto maternal. Esto va en serio, a lo mejor a alguien le parece aberrante leer esto pero es cierto. Yo, había sido la última en la familia, como el eslabón perdido, sin trato alguno con la infancia y habiéndome quedado embarazada porque era lo que se esperaba de mi "obtusamente" una vez casada. Ahora ni qué decir tiene que mis hijos son lo más importante de mi vida, pero todo es real. Así que allí estábamos los dos mirando ese trocito de carne envuelto en manta. "Está sonando". "¿El qué?". "El niño". "Creo que está llorando"."¿Y qué hacemos?". "Dale al botón de la ayuda , que pa eso está, pa que nos ayuden". Ahora que lo pienso me muero de la vergüenza. Y además no me voy a molestar ni en poner a quién pertenecía cada absurda frase que pronunciamos porque no tienen nombre. Pero allí estaba Carlitos llorando como si fuera un gatillo.  El enfermero absorto por tan incomprensible llamada, nos inquirió: "¿Y bien? ¿cuál es el problema?" "Que está llorando y no tenemos chupe". "De chupe, nada. Teta". Y se fué. El muy sinvergüenza nos dejó allí solos con un niño recién nacido. Yo no cabía en mi asombro. "Esta Seguridad Social, cada vez está peor, sin instrucciones, sin miramientos, alá ahí te queas, Dorotea, arreglatelas como puedas". "Pues nada, Carlos, algo tendremos que hacer, a ver dámelo. Voy a intentar darle el pecho a ver qué tal". Menos mal, que yo ya venía con la teta de serie que sino, igual me da por pedirle una al enfermero, y que yo soltaba calostros o el agüilla aquella tan "maternal" desde el 7º mes y no me dió por pedir "si alguien podía venir a ordeñarme" o cualquier barbaríe parecida, porque ante tanta ignorancia, todo cabía... Mi marido, todo nervioso por cogerlo por primera vez, el aire acondicionado puesto bastanta alto, él que no quería destaparlo, yo, postrada cuál Cleopatra "con la teta fuera" esparando mi retoño...cuando llega a mis manos hecho un lío, me lo deja en el regazo ¡¡¡DEL REVÉS!!!. Como lo escribo. Los pies pa la teta y la cara to tapá. Ante tal "gurruño" le recrimino a Carlos, "Pero, hijo, Carlos, por Dios!! ¿Ya, ni coger a tu hijo? Pónmelo del derecho por lo menos ya que yo voy a ser la que le va a dar el pecho. Por favor, que te pido mu poquito. Dámelo derecho, hijo, pos pronto empezamos".
       Y entonces, ¡Qué momento más bonito!. Cuando ese niño por primera vez te coge el pezón y te lo hace trizas. Es justo en este momento cuando se produce la sempiterna parásitis de los hijos a los padres. Para los que empiezan con biberón, es lo mismo: Desde que aprenden a succionar estamos perdidos.
      Nadie vino a vernos al siguiente día. Fué el fatídico día en que falleció Lady Di, y la poca familia que nos debía acompañar, nos decían que si todo estaba bien que a qué molestarnos... Sin palabras. En su defensa diré que por aquel entonces no había apenas programas del corazón, era domingo...resumiendo no tienen justificación.
     Pero lo mejor estaba y está siempre por llegar, o eso dícen. Acostumbrarnos a tener un bebé en casa no fué nada fácil. Yo diría dificilísimo. Todo era un mundo. Qué digo un mundo. Un universo.
¿Qué puede facilitarle las cosas a una madre inexperta, sin ayuda, ineficaz, insegura, y llena de ansiedades y miedos?: Pues mi hijo. Un ser bohemio y sin escrúpulos. ¿Por qué, me preguntaba, no distingue el día de la noche?, o ¿por qué llora sin justificación? lo que se suele decir: está limpio, comido, dormido, ¿qué mas "-idos" me faltán?. Por la noche se me despertaba, lo cogía en brazos y empezaba a pasearlo nerviosamente por la habitación para que se durmiera lo antes posible, porque es que era DE NOCHE, ¿cómo no podía comprenderlo?. Pues todo mi afán era, rebosante de nerviosísmo, transmitirle la paz que él necesitaba para conciliar el sueño. Era obvio que todo presagiaba una catástrofe. Para colmo, mi marido se levantaba a ayudarme y a empeorar mi situación como sólo los hombres saben hacer: "Ese niño tiene gases". "Ah!!! Ya. ¿Y desde cuando se supone que eres pediatra?. Eh?, listo, porque que yo sepa tienes tan poca idea o menos que yo. Porque yo al menos, tengo el instinto maternal" . Que dicho sea de paso, para nada me servía, o aun no se me había despertado, o sus horarios no coincidían con los de mi hijo...
       Dícen que los niños vienen con un pan debajo del brazo. Mi hijo no. Mi hijo venía con una botella de butano. Era un globo aerofágico, isostático, un zeppelin. Y claro, ya se sabe. Los gases son muuu malos.